Un paseo por el campo

La mayoría de suelos de nuestros viñedos son suelos arcillosos, que se caracterizan por su gran capacidad de retención de aguas y nutrientes.

Los suelos arcillosos son más fértiles, menos porosos y más lentos a la hora de calentarse. Por tanto drenan con más lentitud y son menos propensos a la sequía, ideales para nuestra zona. La carga negativa de la arcilla, atrae los cationes con carga positiva como el calcio,  magnesio, hierro o aluminio. Estas agrupaciones de compuestos reciben el nombre de complejos arcillo-húmicos, muy importantes para la nutrición vegetal. Ofrecen vinos muy elegantes, con buena estructura, consiguiendo ciclos de maduración más largos. Estos suelos unidos a una climatología fresca y una buena altitud, nos permite retrasar la vendimia al mes de octubre. Con ello conseguimos una mayor carga de polifenoles en la maduración.

En las capas inferiores unas tierras calizas, que nos dan vinos de buen contenido alcohólico y una buena fruta. Los terrenos más adecuados para obtener vinos de calidad deben tener una proporción de caliza-arcilla y componentes silicios para que el vino tenga finura, potencia, intensidad, carácter y frescura.  Por todo ello, uno de los factores que más intervienen en el vino es el «terroir», que le dará un carácter único. Por el contrario son suelos que necesitan una mayor dedicación con un laboreo constante para quitar vegetación no deseada y lograr la oxigenación del suelo y que sean más esponjosos y aireados.

Por todo ello creemos contar con una tierra excelente, en una sub-zona como es la de Matanegra, dentro de la denominación de origen Ribera del Guadiana, que nos va a permitir obtener unas cosechas extraordinarias y con una gran regularidad año tras año, con unas uvas plenamente maduras.

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